
La inteligencia artificial es como convivir con un adolescente: unas veces brillante; otras, un poco torpe, pero nunca deja de sorprendernos… Cuando interactuamos con programas de inteligencia artificial (IA) como ChatGPT, Gemini, Claude, Grok y tantos otros, nos asombra su tremendo potencial para transformar el futuro, tanto en el trabajo como en la vida cotidiana. Son aplicaciones que nos inspiran curiosidad y en las que también depositamos confianza. De hecho, un estudio reciente publicado en Harvard Business Review sitúa entre los usos más destacados de la IA en 2025 su función como apoyo emocional. Más allá de generar textos o automatizar tareas, estas herramientas están siendo utilizadas como terapeutas, para organizar nuestra vida e incluso para ayudar a clarificar el propósito vital. Y esto solo acaba de comenzar. Como ya vaticinó la doctora Silvia Leal, experta y consejera de la OCDE en tecnología: “Hablaremos más con chatbots o con aplicaciones de IA que con nuestras parejas”. Lo publicó en 2017 y, hoy en día, muchas personas pasan más tiempo con herramientas o con dispositivos que se apoyan en la IA que con personas de carne y hueso. Para hacer un uso adecuado de dicha tecnología necesitamos conocer los riesgos a los que nuestra mente se enfrenta cuando entra en contacto con ella. Veamos tres de los más relevantes.
Nuestra fuente:EL PAÍS Edición Argentina: el periódico global en EL PAÍS Publicado para Argentina