
“El diagnóstico de autismo de Lucas llegó cuando tenía 20 meses y, a pesar de que la información nos alivió en cierta forma porque le ponía un nombre a lo que nosotros observábamos en nuestro hijo, no pudimos evitar recibirlo como un jarro de agua fría, ya no solo por nosotros, sino también por el resto de familiares: ¿Cómo se lo íbamos a explicar? ¿Cómo lo iban a encajar?”, explica su madre Ana Leza (Madrid, 32 años). Para ella, como para tantos otros progenitores, recibir este diagnóstico supuso un golpe de realidad y desorientación, y el inicio de un camino donde las emociones, el desconocimiento y, muchas veces, la falta de recursos dificultan la crianza.
Últimas noticias: la última hora de hoy en EL PAÍS