
Casi todos perdemos casi siempre las elecciones, y cuando ganan los nuestros, tienen que gobernar con otros y nunca hacen lo que habríamos deseado. Así, la condición del homo democraticus es la decepción, que se compensa con el hecho de que no hay nadie que se salga completamente con la suya; el éxito de la democracia consiste en repartir esa decepción con la mayor equidad posible. Por eso, cuando aparece algún actor que pretende llevárselo todo, se disparan las resistencias, el juego se tensiona y acaba en un equilibrio que no resulta plenamente satisfactorio para nadie, ni siquiera para quien no quería compartir el poder con otros. Como procedimiento para acomodar políticamente las diferencias, la democracia era esto.
Nuestra fuente:EL PAÍS Edición Argentina: el periódico global en EL PAÍS Publicado para Argentina