
A Stephen Colbert su padre, James, le enseñó a dudar. O a pensar, si es que acaso no son la misma cosa. Le dio las bases que marcarían su vida: el amor por la familia, por los libros (adora El señor de los anillos), por la religión, por el estudio. Pero también le dio la oportunidad de decidir si eso era lo que quería. Le enseñó que criticar no es malo. Colbert, nacido en Washington D. C. hace 61 años, apenas tuvo 10 para aprenderlo todo de su padre, médico, que moriría junto a dos de sus 10 hermanos, entonces adolescentes, en un accidente de avión a mediados de los setenta.
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