
Son dos vectores tirando en dirección opuesta. En una, los beneficios: el turismo se ha convertido en el factor diferencial de la economía española, lo que la ha permitido crecer en los últimos años más que cualquiera de las naciones de nuestro alrededor; el consumo de los no residentes aporta medio punto al PIB, que compensa bastantes de las calamidades que llegan del resto del mundo en forma de incertidumbre y aranceles. En la otra dirección están sus efectos negativos cada vez más numerosos: gentrificación de las ciudades y expulsión de sus ciudadanos de toda la vida (“el turismo destruye lo autóctono”, decía una pancarta), los atascos en las vías y en las calles y plazas, alquileres inasumibles, consumo ilimitado de recursos naturales, vertidos sin depurar al mar, cortes de agua, déficit de servicios públicos como la sanidad, etcétera. El germen de la “turismofobia”: turismo de masas, pobreza en las casas.
Nuestra fuente:Feed MRSS-S Noticias Publicado para Latino America