
El 10 de junio pasado, el Wall Street Journal publicó un editorial tan deshonesto en su planteamiento, tan ligero en sus apreciaciones y tan mediocre en su escritura, que por un instante tuve la certeza de estar enfrentándome a una noticia falsa. El desafortunado redactor partía del atentado que días atrás había sufrido, en Bogotá, el candidato a la presidencia Miguel Uribe Turbay. Toda persona decente ha condenado sin matices este resurgimiento de violencias que creíamos olvidadas (aunque los indecentes de siempre salieron pronto a tratar de usarlo para ganar millas políticas), y algunos nos acordamos del largo inventario de atentados similares que han marcado la vida colombiana desde hace décadas: yo mismo hablé en este periódico del asesinato del Ministro de Justicia en 1984 y del uso de sicarios adolescentes y de la necesidad, tanto a la izquierda como a la derecha, de rebajar la retórica violenta que domina desde hace ya varios años la conversación pública. Sí, la historia de violencia política de Colombia es tremendamente compleja y bebe de muchos males endémicos, y algunos hemos dedicado miles de páginas a tratar de entenderla. Pero el Wall Street Journal no tiene dudas: el atentado es consecuencia de los acuerdos de paz de 2016.
Nuestra fuente:EL PAÍS Edición Argentina: el periódico global en EL PAÍS Publicado para Argentina