
Decía Susan Sontag que las películas que generan rechazo suelen ser las más fértiles, las únicas, por lo general, que contribuyen al progreso del lenguaje cinematográfico. A fin de cuentas, argumentaba la escritora estadounidense, el gran público recela del arte de vanguardia, rechaza la novela moderna y detesta la arquitectura racionalista, ¿por qué iba a ocurrir algo diferente con el cine atípico?
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