Este final artístico del genial compositor ruso Óleg Pervákov (Kírov, 1960), considerado por muchos como el mejor de quienes están vivos ahora mismo, requiere unos minutos de mucha calma y concentración -congelar el vídeo en varios momentos ayudará a comprender bien todo- para deleitarse con él al máximo y experimentar una hemorragia de placer. Los temas creativos se suceden a modo de catarata: una jugada de cortocircuito para desviar piezas y ganar tiempo; un segundo sacrificio para obstruir y anticiparse a un recurso defensivo muy oculto; y finalmente, la apoteosis, en la que un caballo vale mucho más que una dama.
Deportes en EL PAÍS