
Los vinos naranjas —blancos fermentados con sus pieles— pueden parecer la última tendencia del mercado. Sin embargo, su historia está ligada a los inicios del vino. “Uno se remonta a Georgia y se imagina estos vinos… es como el origen de todo”, apunta la argentina Mariel Benarós, una de las propietarias del winebar Corchito, en el barrio de Lavapiés, en Madrid. En su local sirven un vino naranja distinto cada día. “Tienen mística. Hay gente que siempre los busca. Algunos son funky, otros más tranquilos, depende de cada uno”, asegura.
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