El atentado contra un candidato presidencial en Colombia vuelve a traernos a primera plana el cruce brutal de la violencia con la política. En aquellos lugares donde las armas forman parte de la cultura viril la política se escribe con sangre. En la última campaña norteamericana, bajo un clima de enfrentamiento insoportable, Trump sufrió un atentado con bala y otro lobo solitario fue desarmado tras descubrirlo parapetado en el club de golf que el presidente frecuenta. Un aspirante fue asesinado en Ecuador y anteriormente en Argentina, donde la atmósfera política es ejemplarmente tóxica, también se dio cuenta de un atentado fallido contra Cristina Kirchner. Sumado al reciente asesinato de dos altos cargos de la municipalidad de México, la sensación que nos queda es que allá donde armas y política se cruzan, el panorama es desolador.
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